Entre la realidad y la ficción hay una enorme zona
gris donde habitualmente los seres humanos nos debatimos en medio de nuestras
aflicciones. Hay veces en que la realidad pareciera querer superar abiertamente
a la ficción y nos sacude por la cabeza hechos que parecieran arrancados de una
mente febril. Insanos, nebulosos, ridículos, imposibles de ser tomados en
serio.
Y otras veces la ficción se torna tan real que nos
sentimos inundados de sentimientos en los que no terminamos de confiar por
creer que no son hechos verdaderos sino inventos de nuestra mente.
Pero es precisamente en esta zona gris donde el ser
humano encuentra la razón fundamental de su existencia. Crea una ficción de sí
mismo e intenta por todos los medios llevarla a la realidad. Este es el nudo dramático
de casi todas nuestras aflicciones.
Será por ese motivo que la mayoría de las
manifestaciones culturales encuentran a esta zona gris como el lugar natural donde
poder desarrollarse y expresarse.
Los que se mueven en televisión hacen trampa. Quieren
hacernos creer que están fuera de duda (de esta zona gris) a toda costa y consiguen engañar a muchos espectadores crédulos.
Pero a veces la televisión se manifiesta
abiertamente cinematográfica y entonces utiliza toda la gama de recursos
estéticos, técnicos y emotivos que el cine ha tomado como propios para la materia prima
de su arte.
Mike Nichols es un realizador cinematográfico de
primer orden. Lo ha demostrado más de una vez con excelentes adaptaciones. "El
Graduado", "Trampa 22", "Quién le teme a Virginia Wolf", son solo algunas de sus
contribuciones al cine.
Pero para "Ángeles en América" utiliza la televisión en
forma de miniserie, organizada en 6 capítulos. Y para nuestro asombro, elige
moverse dentro de la zona gris. En todo momento la supuesta realidad se ve
invadida por maravillas que a veces hasta parecen invasiones de otra dimensión
en la vida cotidiana. Y lo maneja de un modo maravilloso.
Creo que el principal encanto de Ángeles en América
radica en la manera en que las alucinaciones de los personajes encajan
completamente con la realidad y en que la realidad se vuelve absolutamente
desconfiable de manera tal que son mucho más certeras las afirmaciones oníricas
de los personajes que los hechos que se desarrollan.
Mike Nichols usa y abusa de estos elementos a través
de toda la miniserie y logra desconcertarnos para que no sepamos muy bien a qué
atenernos.
De todos modos, la realidad a la que apela como
materia prima de su construcción es absolutamente localista. Los problemas que afligen
a los protagonistas no siempre tienen posibilidad de conseguir algún tipo de
identificación por parte del espectador, a no ser que pertenezca a una minoría
incluso dentro de Nueva York.
Hay que resaltar las excelentes interpretaciones de
los actores, todos ellos en gran medida contribuyen al objeto de la obra. Sin
Meryl Streep (Hannah Pitt, Ethel Rosemberg y el Rabino) sus personajes serían otra cosa absolutamente distinta. Al Pacino compone un Roy Cohn que será inolvidable para todo aquel que vea la historia. Emma Thompson (Enfermera Emily, mujer vagabunda y el Angel) nos deja otra más de sus inolvidables interpretaciones. No hay que olvidarse del maravilloso personaje interpretado por Mary Louise Parker, mucho de lo mencionado en esta crónica hace referencia a su personaje. Jeffrey Wright hace de su personaje (Belize) algo absolutamente inolvidable y lo mismo ocurre con Justin Kirk.
Lamentablemente la obra se cierra en 1990, entonces
lo que pretendía ser un mensaje de optimismo hacia este universo poblado de
ángeles y seres humanos se vuelve un mensaje agrio y negro. Dios ha abandonado
el universo y estamos en manos de esquizofrénicos fascistas.
Hay una advertencia en uno de los capítulos donde se promete
para el año 2000 un Estados Unidos manejado a gusto y piacere por los
republicanos. La advertencia ha ido más lejos en la realidad. El mundo entero
ha pasado a ser la oficina donde desarrollan sus negocios a su propia
conveniencia y sin la más mínima vergüenza.
De todos modos, en vista de la posterior malograda
Closer, esta miniserie devuelve a Mike Nichols a un lugar de estima dentro de
los cineastas norteamericanos.
Nueve puntos sobre diez para esta magnífica realización de Mike Nichols. No olvidemos la excelente banda de sonido de Thomas Newman.
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