En la tradición de las grandes películas históricas del cine chino, este film es tal vez el mejor logrado desde una perspectiva exclusivamente fílmica.
Paisajes increíbles fotografiados con técnicas visualmente artísticas. Interiores que, sin ser suntuosos, brindan a la vista el placer de lo hermoso. Pero, por sobre todas las cosas, la maestría de un director que nos introduce en una hipnótica aventura a otras épocas y, quizás, otras costumbres.
Nie Yinniang (Qui Shu) debido a una tortuosa historia familiar, ha sido confiada desde los diez años a una "monja", tal el término con que los chinos llamaban a estos maestros de las técnicas marciales y de la guerra. La "monja" (Sheu Fang-Shi), la ha convertido en una experta máquina de matar.
Ahora su maestra la envía de regreso a su hogar natal con un encargo especial, debe matar a su primo.
El regreso de Nie a su hogar hace que sentimientos largamente encerrados salgan a la luz y provoquen un estado de confusión en Yinniang.
Si bien el argumentode Zong Acheng, no tiene demasiada consistencia para las mentes de los espectadores occidentales, el director logra, a través de un ritmo bien lento y pesado, inducir al espectador en un mundo onírico donde la imagen se deleita filmando a través de tules o sedas o en medio de bosques donde los personajes de la acción quedan semi-ocultos en la espesura.
Además nos regala con una música esplendorosa, muy lejana de las tradicionales melodías chinas que lindan con la música moderna. Hay una escena de ballet a cargo de la mujer del gobernador, Lady Tian (Zhou Yen) y el gobernador mismo Tian Ji'an (Chang Chen) donde los sentidos del espectador se trastocan completamente.
Deleite para el espíritu y para los espectadores con expectativas de aventuras oníricas sin ser fantasiosas, esta película cumple largamente con los mandatos del buen cine: espectáculo y sentimientos.
Títulos finales
Diez puntos sin dudar para esta excalente realización del cine chino que recibiera la gran Palma del Festival de Cannes al mejor director.
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