Ponerme a hablar de Michelangelo Antonioni es una osadía desmesurada de mi parte.
Durante mucho tiempo su cine fue enigmático para mí, cuando no aburrido, hasta que con los años recibí el don de poder apreciar la magia de sus imagenes, y de percibir su cine tan cargado de emociones estéticas. Antonioni lo resuelve todo con imágenes. La trama está continuamente mostrando el devenir del ser humano en un tiempo que se va construyendo toma por toma y hasta hace parecer que el futuro de la película es desconocido para el director. Esto lo podemos apreciar en películas como "La noche", "El eclipse" y sobre todo en "La aventura".
Pero en "El misterio de Oberwald" Antonioni cambia de orientación.
Por de pronto el guión está basado en una obra de teatro, la conocidísima "El águila de dos cabezas" de Jean Cocteau, donde el dramaturgo crea un universo de fines de siglo XIX casi austro-húngaro, casi bávaro. La política se teje con los sentimientos y los avatares de los personajes están como en las tragedias griegas en manos del último que haya hecho un movimiento.
¿Qué tiene que ver ésto con el universo casi post-moderno de Antonioni?, acertaste, no tiene nada que ver.
Antonioni hace una puesta en escena magistral de "El águila de dos cabezas" con una bellísima pelirroja Monica Vitti en el papel de una reina madura de sentimientos, muy distinto de las jovenes dilettantes que acostumbra personificar para Antonioni y sale absolutamente airosa del desafío. Franco Braciaroli es su romántico anarquista y lo personifica con absoluta naturalidad. Todo el resto del elenco es excelente.
Pero, ¿cuál es la magia de "El misterio de Oberwald"?, no es ni Monica Vitti ni "El aguila de dos cabezas". La magia radica en la utilización del color y de la temperatura y textura del color.
Como si fuera un pintor pintando su lienzo, Antonioni se desborda en el teñido de las imagenes. Una escena absolutamente roja se vuelve verde por la luz que entra al abrir una ventana. Las imagenes parecen escapadas de cuadros impresionistas con colores absolutamente mágicos y texturas increíbles. Esto durante toda la película. Y además, Antonioni consigue que estos efectos no distraigan sino que complementen al drama. Como si fuera la música, nunca como en esta película el uso del color en niveles que escapan a lo humano, se vuelve de una intensidad tal que uno quisiera que esas escenas donde el color va rotando de verdes sobre saturados a colores patinados, de mágicas acuarelas a pesados púrpuras, no terminaran jamás.
Nunca en mi vida he visto una película de tan elevado nivel estético.
Sin embargo no se recuerda a Antonioni por "El misterio de Oberwald". Es interesante que el único premio que logró fue a los efectos especiales. Creo que con esta realización su arte se fue definitivamente más allá de lo que los críticos o los espectadores podían entender. Y, como también me sucedió, había que esperar 30 años para poder empezar a deleitarse con esta obra de arte.
No tengo cara para calificarla, pero si tuviera que hacerlo, tendría que asignarle más de 20 puntos sobre 10 por exceder en tal magnitud mis expectativas.
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