Esta película italiana, del año 1974, hubiera pasado para mí totalmente desconocida, de no haberse basado en la novela de Adolfo Bioy Casares. Eso fue lo que despertó mi curiosidad. Como no leí la novela todo era virgen al ver la película y no sabía en qué iba a desembocar.
Pero debería haberlo previsto, conociendo la estrecha colaboración que Bioy tuvo con Borges, no era de extrañar que todo estuviese construído sobre una descomunal paradoja del tiempo y el espacio.
No estoy aquí para hablar del argumento de la novela, porque ese no es el objeto de este blog, pero indudablemente, más que en otros casos, esta película es lo que es, gracias a la imaginación desbordada de Bioy Casares.
El éxito del realizador italiano Emidio Castro, fallecido recientemente el año pasado, fue dar imagen y movimiento a la paradoja de Bioy para que resultara creíble. Estando la trama situada en los años 20 nada mejor que invocar la imaginería de los pintores futuristas logrando entonces envolver toda la película en la magia de esos escenarios.
10 puntos para la dirección de arte, para la escenografía y para la fotografía.
De los actores, aparte de la natural sugestión de Anna Karina, no hay mención especial que hacer, cumplen con su papel paseándose por las bellas imágenes, pero podrían haber sido otros los actores que el resultado no hubiera cambiado.
Entonces desde mi punto de vista, qué es lo que justifica ver esta película, la transposición a la imagen de la novela de Bioy Casares y la hermosa puesta en escena.
Sobre 10 puntos se merece un 7.
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