Nikita Mikhalkov es uno de los grandes directores que el cine ruso ha dado a la cinematografía. Sus películas, cálidamente agradables, comedias y tragedias, fueron muy bien recibidas en el resto del mundo. Especialmente en EE.UU., donde su película más realista y dramática, "Sol ardiente", que refleja el fin de una época de sagas heroicas y el comienzo del terror en la dictadura estalinista, fue muy bien recibida.
Luego de esta tremenda tragedia de 1994, Mikhalkov filma una extraña película en 1998, "El barbero de Siberia", donde aborda la historia dramática de un romance trunco entre Jane (Julia Ormond) y un joven oficial (Oleg Menshikov) quien es exiliado a Siberia. Jane pasará los próximos diez años buscando a su amado.
Y luego, en 2007, casi diez años más tarde, aborda la realización de una remake del film clásico de Sidney Lumet, "Doce hombres en pugna" de 1957.
Si bien el esquema es el mismo, los doce integrantes de un jurado que deliberan sobre la culpabilidad o no del acusado, en este caso un joven chechenio, de haber asesinado a su padre adoptivo, un militar del ejército ruso, la historia está desde el vamos enquistada en la cultura rusa.
Un racista conductor de taxis, un cirujano, un vacilante ejecutivo productor de TV, un judío sobreviviente del holocausto, un artista-músico ambulante, un director de cementerio y, sobre todo, un físico que rechazado por el sistema ruso debió vender su invento a una empresa extranjera y que es quien inicia la discusión sobre el tema. Todos ellos representan una parte de los restos de una sociedad fragmentada en la Rusia post-comunista.
Si bien se conservan las líneas generales de la historia en cuanto a las pruebas reales o no del homicidio, los dramas personales de los integrantes del jurado son absolutamente únicos y llenos de humanidad.
Sobre todo, "12", es un film que habla a los seres humanos, enfrentando las contradicciones de una sociedad donde los odios son más importantes que la esperanza en un mundo mejor, que pareciera definitivamente perdido.
Es impecable el ritmo, las reconstrucciones de la historia de la guerra en Chechenia, la honesta creación de cada personaje donde no queda lugar para verdades declamadas sino que surge la condición humana como componente vital de cada ser.
El final, que no voy a contar, es terriblemente sensible y nos habla de la posibilidad de hacer algo, aunque más no sea individualmente, para mejorar nuestra sociedad que a primera vista pareciera no tener salida.
12
No creo que un honesto espectador pueda desprenderse de la realidad que Nikita Mikhalkov nos muestra. Pero no es una realidad asfixiante, sino que rescata por sobre todas las cosas, la absoluta imposibilidad de juzgar cuando las miradas están teñidas de resentimientos, racismos y prejuicios.
Vayan nueve puntos (9), para esta impecable remake de un film de antología.
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