Ya el título lo dice todo. Claude Lelouch, nuevamente en un proyecto de película coral, pone a sus personajes (muchos, al principio no se entiende nada) a sufrir porque ese día, el día donde transcurre la película, es de luna llena.
Como lo explica uno de los personajes (Paul Preboist) un entendido en el tema, "La luna es el astro de los enamorados, pero también es el astro de los asesinos" y, cuando es un día de luna llena, "hay que encerrarse, no debemos salir, ni beber agua ni consumir estimulantes, porque pueden pasar cosas terribles, atroces".
En base a esta definición inicial, el escorpiano Claude Lelouch pone a sus muñecos en movimiento, en casamientos frustrados, en camiones abandonados, en despedidas sin fin, en ventas no concretadas y hasta en el ómnibus de una troupe que anda recorriendo las autopistas (desde ya todas bloqueadas, porque es día de luna llena) para llegar a París.
Como en todas sus películas, los personajes se mueven a veces a contramano los unos de los otros, pero inevitablemente confluyen, se encuentran y se abandonan, como autómatas desesperados, en el correr de la película. Y todo esto en un sólo día. No hay raccontos, no hay futuros que sirvan de vía de escape, sólo está el presente continuo que se va cargando de tensión y hasta el mismo espectador percibe la violencia que se está gestando. Lo que no sabe es por dónde va a explotar.
No voy a contar por dónde explota, pero sí quiero decir, que es una de las escenas más bellas filmadas jamás por Claude Lelouch. Durante 1 hora y 50 minutos nos ha ido cargando con historias de malas contestaciones, malos modales y arrebatos desesperados que causa la luna llena en estos pobres seres humanos exasperados hasta la locura y en esos últimos 5 o 10 minutos, cuando todo ya parece escapársele de las manos, frena y baja la velocidad hasta casi cero, para que los espectadores puedan recomponerse en sus asientos.
Lo único que eché de menos es la música de Michel Legrand, que desde siempre ha acompañado todas sus películas. En este caso el responsable de la música es Erik Berchot. No está mal, pero no tiene el encanto que las melodías de Michel Legrand han infundido desde siempre a todos los films de Claude Lelouch.
El movimiento de imagenes en el film es vertiginoso. Siempre me he preguntado quién estaría a cargo del montaje y de la continuidad en estas películas corales, tan complejas en sí, por las múltiples locaciones y los múltiples sucesos que van cayendo sobre la película, uno tras otro. Sophie Bhaud y Helene de Luze, estuvieron a cargo de la edición.
Y, como todas las películas de Claude Lelouch, el espectador termina hasta contento del final, es algo que es afin a las películas de tipo coral, lo mismo sucede en las películas de Robert Altman, por no hablar de los esplendorosos finales de Federico Fellini.
Vayan ocho puntos para esta película, muy bien ganados y que, aunque ya tiene unos cuantos años, no está fuera de moda, todo lo contrario, es tan vigente hoy, como lo será dentro de otros 30 años.
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