Sebastián (Gael García Bernal) ha escrito un guión sobre el trato al que Colón redujo a los aborígenes americanos al someterlos a la esclavitud más absoluta y de como el padre Fray Bartolomé de las Casas intercediera luego por éllos. Lleva cuatro años peregrinando en búsqueda de capitales para filmarlo y finalmente consigue los inversores, pero como deben restringir al máximo los costos se decide filmar la película en Bolivia, más exactamente en Cochabamba.
Costa, el director de producción (Luis Tosar) es el encargado de desbaratar los ensueños románticos de Sebastián e insiste en desprenderse de algunos extras locales que para su entender pueden ser fuente de problemas gremiales.
La directora, Icíar Bollain, muy inteligentemente nos envuelve en la telaraña de los obstáculos de locaciones, casting y otros fantasmas de la producción del film mientras sutilmente se va colando el que probablemente sea el verdadero eje dramático de la película.
"En septiembre de 1993, impulsada por el Banco Mundial, con el pretexto de que la privatización soluciona la mala administración, la multinacional Bechtel firmó un contrato en Bolivia con Hugo Banzer, presidente electo y antiguo dictador de Bolivia, para privatizar el servicio de suministro de agua a Cochabamba. El contrato fue oficialmente adjudicado a una empresa denominada Aguas del Tunari, un consorcio empresarial formado por Bechtel (que participaba con el 27,5 por ciento), la empresa norteamericana Edison, las empresas bolivianas A. Petricevich y S. Doria Medina, así como el consorcio español Abengoa S.A. (que participaba con el 25 por ciento). Poco después, surgieron quejas sobre el aumento de las tarifas del agua (servicio del que se carecía hacía varios años en la ciudad); las mismas se habían elevado en más de un 50 por ciento. Todas estas acciones culminaron en las protestas de la guerra del agua del año 2000. "
La gente que se presenta al casting de la película, es en su gran mayoría aborigen y también gente humilde que está sufriendo el problema del agua. La policía le clausura los pozos comunitarios de agua, los que han cavado con sus propias manos y hasta queda prohibido por ley recolectar agua de lluvia, de allí el título de la película, "También la lluvia".
Sin que la cámara ponga el acento en el conflicto social y continúe enfocada solamente en la película que se está filmando (el productor le prohibe a la documentarista del film rodar escenas de la represión), la película real se ve invadida por lo concreto de las manifestaciones y de la violencia de la policía y del ejército bolivianos. Esto se vuelve tan asfixiante que hasta tienen que pagar coimas a la policía para rescatar a sus actores indígenas.
La resistencia de los aborigenes a las prácticas esclavistas de Colón se confunde con la resistencia a la policía boliviana. El punto cúlmine es cuando voltean una camioneta policial.
Pocas veces he visto un uso más acertado del esquema "película dentro de la película", para mover la atención del espectador. Sin necesidad de esgrimir palabras panfletarias hace que el espectador se ponga del lado de los humildes, ya que son las mismas personas a las que ha visto azotadas y acorraladas por los soldados de Colón.
El personaje que hace Raúl Arévalo, el sacerdote Montesinos que es quien despierta a Las Casas para la defensa de los aborigenes, repite dos o tres veces su parlamento a los españoles, "como representante de Dios, debo deciros que todos ustedes estáis en pecado mortal".
Todos los actores están perfectos en la personificación de sus caracteres, pero es el personaje de Luis Tosar el más complejo ya que carga con la ambigüedad de defender sus costos y tener también que defender a sus actores de la policía con absoluta convicción.
También es necesario mencionar a Juan Carlos Aduviri en su primera presentación en la pantalla. Al ser descendiente de pueblos autóctonos, su físico lo dota de lo necesario para dar credibilidad a su personaje, no obstante lo cual además consigue hacerlo con una verosimilitud impresionante. Habilidad de él mismo o en colaboración con la directora.
La música es del conocido Alberto Iglesias y está perfectamente integrada con la imagen. Sin que uno la escuche es necesario que esté presente para completar lo que se está viendo en pantalla.
No es fácil montar una película donde toda una ciudad queda a expensas de una revolución y la directora lo hace a la perfección.
También hay que pensar sobre quién escribió el guión de "También la lluvia". Es muy interesante descubrir que se trata de nada más y nada menos que Paul Laverty, el escocés-irlandés nacido en la India autor de la mayoría de los guiones para las películas de Ken Loach.
Me parece estupendo que en esta coproducción entre España, México y Francia se haya elegido una directora española para llevarla a cabo. La simetría entre la opresión de los colonizadores españoles y la de los bolivianos descendientes de españoles para con los aborigenes no es pura casualidad, es una realidad que se sigue manteniendo en todo el continente americano.
Vayan 9 puntos muy merecidos para "También la lluvia".
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