Utilizando el lenguaje poético de las artes japonesas, Naomi Kawase compone una sinfonía a la vida que será realmente inolvidable para los espectadores.
No exenta de amarguras ni de dolores, pero repleta de la hermosura que el universo exhibe a nuestro paso.
Sentaro (Masatoshi Nagase), tiene un puestito donde prepara y cocina sus "panqueques" con dulce de porotos colorados, los dorayaki. Al amanecer se levanta y comienza la preparación de los panqueques.
Un día aparece por el negocio una viejecita pidiendo empleo. Es la Sra. Tokue (Kirin Kiki). Sentaro no la quiere allí, entonces le dice que sólo podría pagarle 600 yenes, a lo que la Sra. Tokue responde, eso es mucho, 300 yenes estaría bien. Sentaro le regala un dorayaki pero mantiene su negativa.
Todo esto es contemplado por Wakana (Kyara Uchida) una estudiante sin recursos económicos quien va al negocito de Sentaro con el pretexto de comer un dorayaki, para recibir un paquete con los panqueques que salieron mal.
Al día siguiente regresa la Sra Tokue y le comenta que si bien el panqueque estaba bien hecho, el dulce de porotos colorados no. Y le deja una bandejita con el dulce preparado por ella como muestra.
Sentaro primero lo tira, pero luego decide probarlo y lo encuentra exquisito, así que al día siguiente cuando la Sra. Tokue regresa se lo dice y le propone que trabaje con él para hacer el dulce que él está comparndo a una tienda.
Los dorayaki con el dulce preparado por la Sra. Tokue, pasan a ser todo un éxito y al día siguiente al abrir el kiosko hay cola esperando.
La mujer del dueño del puestito (Myoko Asada) aparece una noche para decirle a Sentaro que esa mujer que ha tomado es una leprosa. Al verificar su dirección comprueban que es la del leprosario. Le dice que tiene que echarla de inmediato y desinfectar todo el lugar.
Wakana también le pregunta porqué tiene las manos deformes y la Sra. Tokue contesta vagamente que es por una enfermedad que tuvo de niña.
Wakana averigua en la biblioteca y un compañero del colegio le dice que recién en 1996 se encontró la cura para la enfermedad de Hansen. Hasta entonces recluían a los enfermos en campos de concentración de los que no podían salir. Todas las cosas que hubieran tocado o usado eran quemadas.
Estos son los elementos que Naomi Kawase extrae de la novela de Durian Sukegawa para escribir un guión extraordinario.
Particularmente hipnóticos son los parlamentos de la Sra.Tokue con imagenes de cerezos en flor o el follaje de los árboles. La pintura japonesa en todo su esplendor. El sonido de las hojas sacudidas por el viento impregna gran parte de la película.
Las historias son tristes y dolorosas y la falta de empatía del pueblo japonés queda bastante clara, no solo por el aislamiento de los enfermos, sino también con la prohibición de tener mascotas en los departamentos humildes. Wakana tiene un canario de contrabando, pero un vecino que lo descubre denuncia a su familia ante el administrador del edificio. Tampoco Sentaro puede cuidarlo porque en su edificio también están prohibidas las mascotas. Así que Wakana se lo lleva a la Sra. Tokue al leprosario. Toda una alegoría.
A pesar de todo esto, Naomi Kawase desarrolla una película que será inolvidable para todos los espectadores con sensibilidad. Es importante la música del francés David Hadjadj y fundamental la cinematografía de Shigeki Akiyama.
Una curiosidad: Kyara Uchida (Wakana) es la nieta en la vida real de Kirin Kiki,
Trailer subtitulado en castellano
Nueve puntos sobre diez para este placer para el espíritu de la japonesa Naomi Kawase,
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