Cuando se visita Paris, un lugar obligado es Les Invalides, el único templo no religioso que conozco.
En los sótanos de Les Invalides están enterrados muchos de los hombres más importantes de Francia, pero hay un sepulcro que siempre está cubierto de mensajes, en papelitos, en cajas de fósforos, flores y homenajes. Es el de Víctor Hugo.
Víctor Hugo escribió su novela "Les miserables" alrededor de 1870. El país que describe es uno sojuzgado por quienes ejercen el poder, donde las clases bajas son mucho más que miserables. Están condenadas desde el vamos a robar, estafar y olvidar hasta la más mínima señal de humanidad.
La posición de Víctor Hugo era la que él describe en algunos de sus personajes, idealistas, dispuestos a entregar la vida en ofrenda a la libertad, a esos valores que ya, en 1870, estaban olvidados, "libertad, igualdad y fraternidad".
Pasaron más de 100 años durante los cuales la novela fue llevada frecuentemente al cine, siempre con suceso, porque el relato es tan fuerte que no admite medias tintas y a Alain Boublil y Claude-Michel Schönberg se les ocurrió escribir un musical sobre la novela. Fue estrenado en 1980 en Paris y en 1985 en Londres y Nueva York con un suceso notable.
La música es cautivante y los personajes se van ganando la voluntad de los espectadores. Pero claro, es un musical. No llega a profundizar en las honduras del alma humana y de sus pecados sociales como lo puede hacer una película o la misma novela.
Entonces a Tom Hooper se le encarga hacer la película del musical. Y con mentalidad visionaria, sin dejar de seguir el guión del musical, lo adapta al cine y la trama vuelve a recuperar la profundidad humanista con que Victor Hugo la describió.
El productor es Cameron MacKintosh, este escocés de extraordinaria cepa, productor de la mayoría de los musicales en Londres. En el caso de "Los miserables", su modelo de producción se hizo extensivo a todas las versiones que se presentaron en casi todos los países del mundo.
Dos de los personajes, los Thenardier, que en el musical se convertían en parte del mundo del grotesco, recuperan su importante dimensión de representantes de las clases bajas que no pueden permitirse el lujo de emocionarse, porque deben sobrevivir. Hay que destacar las magníficas interpretaciones de Helena Bonham-Carter y sobre todo de Sacha Baron-Cohen.
Hugh Jackman está impecable en su interpretación del mítico Jean Valjean tanto en la faz actoral como en la musical. En Anne Hathaway volvemos a descubrir cuántas facetas importantes tiene esta magnífica actriz, su Fantine es de antología. Amanda Seyfried aporta lo que sabe hacer a la perfección al personaje de Cosette, así como Eddie Redmayne como Marius.
Mención aparte merece Samantha Barks como Eponime, un personaje que siempre ha acarreado éxito a sus intérpretes. También aparece Colm Wilkinson, el original Jean Valjean del teatro en Londres, en el personaje del obispo que salva a Valjean para Dios.
Dejo para el final a Russell Crowe quien aporta lo necesario actoralmente al perseguidor de Jean Valjean, el inspector Javert, pero lo musical no es lo suyo. Es una pena porque se sienten sus falencias cuando debe hacerse cargo de las arias del personaje.
Es muy importante hacer notar que todos los actores cantaron en vivo, o sea que no hicieron playback durante la filmación. Mientras actuaban estaban cantando o mientras cantaban estaban actuando, que es lo mismo.
Por lo demás, es una excepcional producción, que logra una vez más recuperar la novela del inmortal Victor Hugo para los espectadores y aunque más no sea de paso, remorder las conciencias, al fin y al cabo, hoy Francia va por el mismo camino que hace 150 años.
Un día más
El desafío de cantar en vivo
De cualquier manera que se lo vea es un espectáculo excepcional y excelentemente bien hecho.
Diez puntos sobre diez para esta hermosa película.
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