Bienvenido a mi mundo

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gracias por la imagen a Germán Banchio

miércoles, 27 de agosto de 2014

Gosford Park (Robert Altman, 2001)

Volver a ver "Gosford Park" es para mí, cinéfilo empedernido, equivalente a visitar nuevamente la ciudad de París.
Si bien todo el cine que creó Robert Altman es por igual de fascinante, hay en "Gosford Park" una mezcla inusitada de la emoción con la inteligencia, que cautiva al espectador.
No es solamente la ácida visión de las diferencias sociales entre "los de arriba" y "los de abajo", o del pernicioso humor sobre los americanos, hay mucho más. Está la denuncia social sobre la aristocracia del dinero que sojuzgó a tanta gente en las fábricas durante la época victoriana. La burla feroz sobre las invenciones del cine.
Hay la increíble visión de lo que un actor americano puede llegar a imitar puesto en la piel de un valet de falso origen escocés. Y como ese actor que simula ser un valet (parte de los de abajo) para luego revelarse como un actor aprendiendo un papel (parte de los de arriba), queda definitivamente descastado y no es reconocido como tal ni por los de arriba ni por los de abajo.
-¿Sabes lo del criado de Weissman?
-¿Qué le pasa?
-¿Es falso?
-No es escocés.
-Eso ya lo sabía yo.
-Entonces, ¿quién es?
-¿Será el asesino?
-No, peor aún. Es actor.
El productor americano que va de visita a la mansión de Gosford Park porque piensa hacer una película de Charlie Chan en Londres, está personificado por Bob Balaban. Y, ¿adivinan?, Bob Balaban es el productor de Gosford Park.
Para esta producción realizada en Inglaterra, Robert Altman reunió a la flor y nata de los actores ingleses.
Allí están Alan Bates, Helen Mirren, Derek Jacobi, Kristin Scott-Thomas, Maggie Smith, Emily Watson, Clive Owen, Kelly McDonald, Michael Gambon, James Wilby, Eileen Atkins y tantos más.
No es necesario que Robert Altman los dirija, porque la cámara está moviéndose entre los grupos de actores por los distintos escenarios, a una velocidad que abruma. Y que a veces, con toda intención, confunde al espectador y le hace perder el hilo de lo poco que había develado de la historia.
Y, que al final, cuando las cartas están ya sobre la mesa, aunque puede que el espectador no las vea, crea un fondo de tristeza y emoción.
Si todavía usted no vio "Gosford Park", no deje de hacerlo. Es una película inteligente y cautivante. Con miles de actuaciones dignas de saborear y con el toque Altman que garantiza la imaginación al poder.
Solo falta el gato de Cheshire.
El país del hubiera podido ser.
Está de más decir que diez puntos son pocos para evaluar el genio de Robert Altman.

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