Bienvenido a mi mundo

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gracias por la imagen a Germán Banchio

lunes, 8 de septiembre de 2014

Bailando en el polvo (Raghs dar ghobar) (Asghar Farhadi, 2003)

Este es el primer largo metraje de Asghar Farhadi. El director que luego sería conocido mundialmente por "Una separación: Nader y Simin" y "El pasado", su más reciente producción.
Sin embargo, desde las primeras escenas de "Bailando en el polvo", ya se reconoce su estilo argumental, su manera particular de contar las historias.
Nazar (Yousef Khodaparast) es un muchacho impulsivo. Se enamora a primera vista de Rayhaneh (Baran Kosari) y pide un préstamo para la boda y se casa. Pero resulta que dicen que la madre de Rayhaneh es prostituta y eso la madre de Nazar no lo puede permitir y le exige que se divorcie.
Sin dinero para pagar la dote del divorcio, se compromete a pagarla en cuotas.
El trabajo de Nazar es más que modesto. Hace la limpieza y todo tipo de trabajos en un centro asistencial donde se extrae el veneno a las serpientes para la preparación del suero anti-ofídico.
Un día lo va a buscar la policía. El tío al que presentó como garantía para el préstamo de boda, lo ha denunciado ya que no ha pagado el préstamo. Un amigo lo ayuda a huir metiéndolo en una camioneta de alguien que ha llevado serpientes para vender.
Y aquí es donde realmente comienza "Bailando en el polvo". Cuando Nazar despierta está en medio del desierto y el conductor de la camioneta lo echa a los golpes.
La relación entre este muchacho caprichoso, que cree que todo el mundo tiene que ayudarlo y el viejo cazador de serpientes (Faramarz Gharibian) totalmente incomunicativo, es lo que da título a la película.
Es un relato sencillo, simple, pero que hace que el espectador se vaya cargando de emociones y dispares sentimientos. El viejo tiene su historia, pero Nazar no la conocerá hasta casi el final de la película.
La escenografía es severa, las arenas del desierto con algunas ruinas perdidas en el medio. Las serpientes apareciendo en medio de las rocas. La camioneta que es un depósito de cosas perdidas, entre éllas algo de la razón del viejo.
A medida que la película avanza, nada hace que se pueda predecir por donde va a continuar ni mucho menos cómo va a terminar. Esto hace mantener el interés en la trama y en las escenas que se suceden una tras otra en una secuencia imparable.
La música es apenas perceptible, como el polvo de las dunas y la fotografía de primera calidad.
La actuación, cuidada, muy cuidada, es casi perfecta.
Es interesante el estilo de Farhadi de desarrollar sus historias, porque hace que el espectador lo siga a través de la narración como quien va de cuarto en cuarto en una mansión abandonada.
Cuando la película termina, con la música sobre los títulos escritos en parsi de los que es imposible para nosotros occidentales descifrar algo, la angustia se apodera del corazón y la mente del espectador comprometido con la historia.
Apenas será capaz de explicar el porqué de tanta angustia, entre balbuceos y razonamientos. La causa más acertada sería la belleza de las imágenes, historia y personajes que Farhadi despliega en sus películas.
Secuencia inicial del film.
Diez puntos sobre diez para este brillante debut de Asghar Farhadi en el cine.

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