Bienvenido a mi mundo

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gracias por la imagen a Germán Banchio

lunes, 9 de septiembre de 2013

Mi tío (Jacques Tati, 1958)

La primera vez que ví "Mi tío" fue cuando se estrenó en Buenos Aires. En uno de los tantos hermosos cines que tenía la ciudad y que han desaparecido. Fue mi primer encuentro con Monsieur Hulot y lo recuerdo con un enorme cariño porque me dejó alegría y diversión.
Pasando los años, cada tanto vuelvo a ver "Mi tío" y, cada nuevo encuentro, percibo algo distinto en esta película magistral que ya tiene más de cincuenta años.
Jacques Tati fue un crítico ácido de la modernidad y de todo lo que llevaba aparejado. Electrotecnia, plástico y aluminio, solo técnicas y materiales fríos que envuelven el corazón de las personas y lo dejan helado e incapaz de reaccionar en presencia de la vida. Para demostrarlo crea esta joyita engarzada en detalles humildes, modestos y terriblemente divertidos.
Los perros vagabundos, husmeando en la basura, para terror de los desinfectados burgueses que hoy bañan sus manos con alcohol en gel.
El pasaje de la casa del futuro, donde todo es electrónico al barrio, al quartier donde aún los vecinos se reúnen en el bar a tomar un trago, con pantuflas y a nadie le importa.
La inocente y mediocre vecina, cortando el pasto de su pequeño fondo sobre un tractorcito que apenas si tiene lugar para girar sobre sí mismo, orgullosa de sus símbolos de status, como el tapete con que se adorna.
El nuevo auto, verde y rosa, al que un pintor de frentes sugiere dibujar una línea roja para que sea más colorido.
Y del otro lado, con implacable inocencia, el barrio donde Mr. Hulot vive, con sus perros vagabundos, con los vendedores callejeros de frutas y verduras. Todavía la escena donde el perro le muestra los dientes a la cabeza del pescado me hace llorar de la risa.
El terreno baldío, donde en un carrito un vendedor callejero hace tortas fritas que vende a los chicos por una moneda y la cubre con dulce y azúcar y después se limpia las manos en el delantal para nuevo espanto de los desinfectados burgueses.
La musiquita que queda sonando durante cincuenta años en nuestra memoria.
La vecinita de Mr. Hulot  y su transformación de niña con caramelos a mujer con tacos altos.
El edificio donde vive y su ascenso a los cielos, SÍ, a los cielos, para reflejar el sol en la jaula de un canario que canta agradecido por ese rayo de luz.
Hay tanta belleza, alegría y simpleza toda junta, que es imposible llegar a entender cómo hemos pasado nuestra vida para encontrarnos que tenemos tantas flores en nuestras manos, flores inmerecidas, pero que siempre estuvieron allí.
Sería muy irrespetuoso de mi parte poner una calificación a esta película, pero puedo acariciarla con todo mi corazón.
Mi Tío

1 comentario:

  1. Excelente reseña de una película genial! Es una de las más divertidas críticas a la modernidad. Volví a verla hace poco y me impactó la escena de la casa con ojos, sobre la que he escrito un breve texto. Adjunto el enlace por si a alguien le interesa echarle una ojeada:
    http://bailarsobrearquitectura.wordpress.com/2014/02/10/ojos-que-vigilan/
    Saludos y ehorabuena por el blog,
    Iago López

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